jueves, 3 de abril de 2008

EL SILENCIO DE DIOS

Cuenta una antigua leyenda noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien siempre miraba una imagen de Cristo Crucificado, esta cruz era muy antigua y a ella acudía gente a orar con mucha devoción.
Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.
Un día, Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso, se arrodilló ante la cruz y dijo:
-"Señor, quiero padecer por ti. Dejame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz".
Y se quedó fijo con la mirada puesta en ella, como esperando la respuesta.
El Señor abrió sus labios y habló. sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras.
-"Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición".
-"¿Cuál, Señor?"- Preguntó con acento suplicante Haakon. -"¿Es una condición difícil?, estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor", respondió el viejo.
-"Escucha... suceda lo que suceda y veas lo que veas has de guardar silencio siempre".
Haakon contestó:
-"¡Os lo prometo, Señor!".
Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció a Haakon colgado de los clavos en la cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon, y este por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.
Pero un día llegó un rico y, después de haber orado, dejó allí olvidada su cartera. Haakon la vio y calló.
Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del rico.
Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después de pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.
Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se ha había apropiado.
El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:
-"¡Dáme la bolsa que me has robado!"
El joven sorprendido replicó:
-"¡Yo no he robado ninguna bolsa!"
-"¡No mientas, devuélvemela enseguida!"
-"¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa!"- Afirmaba el muchacho.
Y el rico arremetió furioso contra el joven. Sonó entonces una fuerte voz:
-"¡Detente!"
El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó defendiendo al joven e increpando al rico por la falsa acusación. Este quedó anonadado, y salió de la ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje.
Cuando la cruz quedo a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo:
-"Baja de la cruz... no sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio."
-"Pero Señor...- dijo Haakon, -¿Cómo iba a permitir esa injusticia?"
Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la cruz.
El Señor siguió hablando:
-"Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero, e hizo bien en llevárselo.
En cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para el resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos, acaba de zozobrar el barco en el que ha perdido la vida.
Tú no sabías nada, Yo sí. Por ello calló"-
Y el Señor nuevamente guardó silencio.
Muchas veces nos preguntamos: "¿Por qué razón Dios no nos contesta?"... ¿Por qué razón se queda callado Dios?"... Muchos de nosotros quisieramos que Él nos respondiera lo que deseamos escuchar, pero Dios no es así, Dios nos responde aún con el silencio.
Debemos aprender a escucharlo. Su divino silencio son palabras destinadas a convencernos de que Él sabe lo que está haciendo.
En su silencio nos dice con amor:
"CONFIAD EN MI... QUE SE BIEN LO QUE DEBO HACER"

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